Por esas peculiaridades, al seguir por sus calles y callejones siempre terminábamos en un lugar distinto al que buscábamos. Eso nos ocurría al principio, pero todavía nos pasa, al tratar de llegar a algún lugar, o intentar regresar, aparecemos en un sitio completamente desconocido, así descubrimos día a día esta ciudad injertada en un  paisaje insólito y maravilloso.

También nos sorprendía que el bosque estaba en la ciudad, la presencia de grandes árboles centinelas lo atestiguan, cuya altura es referencia y su copa remanso de sombra. Contemplamos como la ciudad se desvanece en las faldas del cerro Macuiltepetl, el ombligo que la tutela, y como se integra al paisaje que se expande hasta las alturas del Cofre de Perote y del Pico de Orizaba; basta con asomarse en cualquier azotea, o levantar la vista en cada calle, y en cada esquina, para tener una perspectiva extraordinaria de ese paisaje cercano o lejano.

Al paisaje xalapeño hay que añadir los vientos frescos y húmedos que vienen de la montaña y esparcen a través de las calles los aromas de las flores y del café y arrastran la brisa de lluvia que escurre lentamente sobre sus muros y árboles, así como la niebla que ocasionalmente envuelve apaciblemente a la ciudad con un manto de silencio y luces difusas, haciendo la vida muy reconfortante.

La capital tiene una fuerte personalidad, es una de las más bellas de la geografía veracruzana y de todo nuestro país. Para entender su idiosincrasia hay que aprender a ver y compartir su naturaleza y descubrir que su esencia es el paisaje del bosque mesófilo, uno de los ecosistemas más ricos del país, por la cantidad de plantas y animales, por su gran altura y densidad y por sus numerosos tenchos y orquídeas. De hecho es la única ciudad asentada en este ecosistema, uno de los más amenazados de desaparición en México.

Xalapa ofrece la mayor diversidad posible de tonalidades verdes, en la vegetación de los bosques, en los parques y jardines públicos y privados, en los camellones y avenidas. Si dividiéramos entre los ciudadanos la superficie total de las áreas verdes, le correspondería a cada uno más de 30 m2, la mayor extensión de área verde por habitante que hay en las ciudades mexicanas.

Sin embargo, hoy en día, Xalapa en aras de su modernización le da la espalda a su historia, naturaleza y forma de vida. La ciudad aspira como muchas otras ciudades a la globalización urbana, que masifica los modelos de la arquitectura, que aplica soluciones comunes a los problemas urbanos, que impulsa un modelo de consumo y de comercialización global, que persiguen un espejismo de bienestar.

Ante el embate de la globalidad la ciudad cede, pierde su personalidad y cae en el anonimato. Su temperamento poco a poco se desvanece. Como lo demuestra el cambio de habito de los ciudadanos, que no miran más al horizonte y al cielo, las personas bajan la vista y ven lo que tienen más próximo, los detalles de las calles, las fachadas de los comercios, los anuncios, los baches del pavimento, su vida poco a poco se encajona entre los edificios que se construyen cada vez más altos y entre los anuncios espectaculares que circunscriben su espacio vital y ocultan el horizonte menoscabando la satisfacción de vivir en Xalapa.

Se ocultan las montañas y el paisaje y los árboles históricos y monumentales que eran referencia son ignorados sin que nadie los defienda y caen uno a uno sin tener sucesores. Se deja de lado la presencia y el canto de los pájaros, el volar de las mariposas y las libélulas. Día a día, Xalapa pierde su personalidad y reconocimiento, los habitantes se olvidan del mito de la ciudad verde y amable y se sorprenden cuando los visitantes les señalan alguno de esos valores paisajísticos que aún quedan y que se están olvidando.

Perecería que todo conspira contra ella, que las buenas intenciones de las obras y actividades para resolver los problemas del crecimiento, hacen que la vida de la ciudad sea cada día más agobiante; el tráfico requiere de toda la atención de los conductores y transeúntes, la contaminación del aire, del ruido y de las luces intensas aturden abruman y ocultan, el aroma de las flores y el brillo de las nubes, y hacen que la lluvia, la niebla y la humedad se conviertan en una molestia y una contrariedad.

Los urbanistas nos tratan de convencer que la modernización de Xalapa se basa en la innovación y que ese es el camino del bienestar. La referencia de nuestra calidad de vida son modelos urbanos que nos son ajenos, en otras ciudades mexicanas y latinoamericanas, sin ver que perdemos la posibilidad de hacer de nuestra ciudad y su entorno un ejemplo urbano basado en el paisaje, el clima, la atmósfera y la forma de vida. La verdadera innovación es mejorar el presente y planear el futuro de Xalapa con base en sus valores y tradiciones.

Hay un gran potencial para enfrentar el reto que significa crecer y modernizar la ciudad y sus servicios, que está en la percepción que tienen sus habitantes de lo que debe ser la vida diaria y en el trabajo de instituciones académicas de gran prestigio establecidas en Xalapa que podían redondear el diagnóstico y buscar soluciones y perspectivas para un proyecto de Xalapa. Es una ciudad con muchas posibilidades.

Pensemos y construyamos juntos una propuesta innovadora basada en la tradición y en el medioambiente. Averigüemos como quiere vivir la gente. Hay estudios muy esclarecedores acerca de la situación de la ciudad y de las alternativas para la planeación urbana. Un inventario de los valores de Xalapa sería un arsenal de ideas para enfrentar los problemas urbanos.

No sigamos la tendencia actual, deteriorando el ambiente, tapando un hoyo y abriendo dos. Pues corremos el grave riesgo de perder nuestra ciudad y nuestra vida en aras de un modelo de desarrollo insustancial e inconsistente con nuestro ambiente con nuestra cultura y con la posibilidad de lograr el bienestar para la población de la ciudad y del campo que son parte de Xalapa.

Estamos en vías de tener una ciudad que no nos pertenece, que no reconocemos y que nos apabulla por ser disfuncional y anónima. Empezamos a tener la sensación de vivir en la ciudad de alguien más.

 

Las fotografías son cortesía de Gerardo Sánchez Vigil

Imágenes para la Conservación