El escarabajo arqueológico, el azar y la necesidad

Mario E. Favila

En el encabezado de este ensayo utilizo en parte el título del libro de Jacques Monod (El azar y la necesidad), premio Nobel de Fisiología y Medicina, no en el contexto de la filosofía de la biología moderna, sino en el devenir de nuestros descubrimientos. Tenemos una necesidad de entender y de explicar la naturaleza, pero la forma en que lo hacemos sigue a veces rutas inesperadas. En 2011, los arqueólogos del Proyecto Templo Mayor descubrieron la Ofrenda 141 al pie de la pirámide principal de Tenochtitlan.

En el interior de una caja de piedra de fines del siglo XV encontraron una bola blanquecina de copal que tenía incrustado un escarabajo verde de aproximadamente 8 milímetros de longitud por 5 milímetros de ancho. La bola de copal con el escarabajo quedó registrada y guardada en el laboratorio del proyecto algunos años. Por azares del destino me enteré de este hallazgo el año pasado y contacté al Dr. Leonardo López Luján, el director de este proyecto científico del INAH. Fui a visitarlo a sus instalaciones y desde el momento en que me enseñaron el escarabajo en el copal, mi corazón empezó a latir con mayor rapidez. Para mí se trataba de Canthon cyanellus, escarabajo verde esmeralda, que pertenece al grupo de insectos conocidos como escarabajos del estiércol (Coleoptera: Scarabaeinae), los cuales se alimentan principalmente de excremento de vertebrados, pero consumen también carroña y frutos en descomposición en las zonas templadas y tropicales del mundo. El escarabajo encontrado en el Templo Mayor tenía todas las características de ser mi especie: Canthon cyanellus, o bien Canthon indigaceus. Ambas especies pertenecen a los escarabajos peloteros o rodacacas, los cuales reciben su nombre porque hacen una bola a partir del excremento de vertebrados, la cual es rodada por los escarabajos en forma individual o, cuando están sexualmente maduros, en parejas macho-hembra. Se preguntarán porqué digo mi especie. Sucede que la vengo estudiando desde hace más de 30 años. He analizado, en colaboración con mis estudiantes y colegas, su biología y comportamiento. Es una de las especies más estudiadas por el grupo de expertos en escarabajos del estiércol que nos encontramos en la Red de Ecoetología del INECOL. La forma de poder determinar la especie a la que pertenece el escarabajo arqueológico era viendo el número de dientes en el clípeo, estructura que se encuentra en la parte frontal de la cabeza, cuatro dientes clipeales para C. cyanellus, dos dientes clipeales para C. indigacues, por lo que procedimos a liberar la cabeza de la resina. Comprenderán mi emoción al ver que el escarabajo arqueológico tenía 4 dientes clipeales. Se trataba sin dudad de Canthon cyanellus. Yo, emocionado, les propuse a las restauradoras del proyecto que intentáramos verle la panza al bicho para saber su sexo. Esta especie no tiene dimorfismo sexual aparente, pero hay caracteres anatómicos que nos permiten distinguir cada sexo. En el microscopio óptico pudimos observar que su último esternito abdominal era continuo, propio de las hembras. Dado que la cutícula de la hembrita estaba endurecida y sus dientes clipeales tenían un ligero desgaste, inferí que era una hembra sexualmente madura, pero aún joven y posiblemente con una o dos nidificaciones.

Leonardo y yo discutimos varias veces sobre la intencionalidad o no de la presencia del escarabajo en la bola de copal de la Ofrenda 141. Su posición sugería que alguien lo hubiera colocado sobre la superficie de la bola y empujado suavemente, con el propósito de que quedara con las patas y la cabeza hundidas en el copal, pero con el pronoto y los élitros expuestos. Consideramos que la presencia del escarabajo sobre la bola podría evocar a la hembra que es transportada por el macho sobre una bola de estiércol o carroña durante el rodaje cooperativo.

En el plano simbólico, el Dr. Leonardo López Luján me explicó que los mexicas y sus contemporáneos relacionaban a los escarabajos del estiércol con el Mictlan, es decir, con el inframundo oscuro, húmedo y fétido, lugar de descomposición y, a la vez, de regeneración. La naturaleza hedionda del escarabajo arqueológico para las culturas prehispánicas, es para los biólogos una adaptación que le ayuda a sortear la depredación y la competencia en la naturaleza. Mismo bicho, diferentes interpretaciones.

Leonardo considera que, a nivel arqueológico, es interesante que la bola de copal se encontrara aislada y en el extremo poniente de la caja de sillares de la Ofrenda 141. El poniente es el rumbo del ocultamiento del Sol y para los mexicas el lugar de inicio de su recorrido nocturno hacia el mundo de los muertos. Además, la bola de copal con el escarabajo se encontraba asociada en la caja de ofrenda a símbolos de la muerte y el inframundo. Canthon cyanellus es una especie necrófaga que se alimenta de cadáveres de vertebrados pequeños y que entierra en el subsuelo su bola de carroña, la asociación es clara.

Pero teníamos otra pregunta ¿de dónde procedían la bola de copal y el escarabajo de la Ofrenda 141? No hay duda de que ambos provienen de una zona tropical de nuestro país. Por un lado, me comentaba Leonardo, que en los siglos XV y XVI el copal era enviado periódicamente a Tenochtitlan desde las provincias guerrerenses de Tlachco (hoy Taxco) y Tepecuacuilco. Por otra parte, estudios biológicos recientes que ha realizado el equipo de Leonardo han demostrado que los artefactos de copal ofrendados en el Templo Mayor fueron elaborados con resinas de la especie Bursera bippinata, árbol conocido bajo el nombre de “copal chino” y endémico del Estado de Guerrero y otras áreas del occidente de México. Tanto en el pasado como en la actualidad, la resina de este árbol se colecta entre los meses de julio y octubre, es decir, en la temporada de lluvias, justo cuando se presenta la mayor actividad de Canthon cyanellus.

De esta forma, toda esta información nos hacía pensar que el escarabajo y la bola de copal provenían de estas regiones, suposición muy bien fundamentada, pero no comprobada, el azar entró en acción. En un estudio sobre la filogeografía de Canthon cyanellus recién publicada por Nolasco-Soto y colaboradores en 2017, encontramos que esta especie está conformada por cinco linajes claramente reconocibles a nivel geográfico. El estudio se efectuó usando marcadores moleculares nucleares (ITS2) y mitocondriales (COI y 16S). Tomando como punto de partida esta investigación, decidimos extraer el ADN del escarabajo de la Ofrenda 141 y, con muy buena suerte, yo diría con la ayuda de Mictlantecuhtli (“Señor del Mundo de los Muertos”), logramos amplificar el ADN nuclear de la hembra, no así el mitocondrial. Los resultados mostraron claramente que la hembra arqueológica de Canthon cyanellus proviene de la costa occidental de México. Todo lo anterior nos permitió proponer en la “82nd Annual Meeting” de la Society for American Archaeology que se llevó a cabo en Vancouver este año, que los sacerdotes mexicas colocaron la bola de copal en la caja de ofrenda para representar a este animal sobre una bola de estiércol o de carroña, en un contexto simbólicamente relacionado con Mictlantecuhtli, la muerte y el más allá. No cabe la menor duda de que el escarabajo arqueológico pertenece al linaje que prolifera en la actualidad en la vertiente occidental de México, en los estados de Oaxaca y Guerrero. Si me hubieran preguntado en 2011 los arqueólogos del Templo Mayor que especie era y de dónde provenía, yo les habría podido identificar al escarabajo arqueológico, pero ni idea de su procedencia. El contacto entre el arqueólogo y el biólogo se dio, por azares del destino, en el mejor momento. Queridos lectores, la ciencia es apasionante y sigue rutas a veces impredecibles.

 

Pie de fotos

1.  Escarabajo arqueológico (Canthon cyanellus) en bola de copal (Cortesía del Proyecto Templo Mayor).

2. Bola de copal con el escarabajo arqueológico (cuadro rojo) encontrados en la Ofrenda 141(Cortesía del Proyecto Templo Mayor).

3. Mictlantecuhtli “Señor del Mundo de los Muertos” (Cortesía del Proyecto Templo Mayor).

4. Ubicación de la Ofrenda 141 en la zona arqueológica del Tempo Mayor (Cortesía del Proyecto Templo Mayor).