¿Si no hubiera libélulas que pasaría?

Rosa Ana Sánchez Guillén

Una niña acompañaba a su madre, bióloga experta en libélulas, a su lugar favorito: un parque infantil con una laguna artificial junto a la playa (Figura 1). 

Su madre llevaba varios años estudiando a Ischnura graellsii (slider), una pequeña libélula que solo vive en España y el norte de África.

Allí podía moverse con total libertad mientras ayudaba a su madre en los muestreos científicos (Figura 3). La niña aprendía a observarlas con cuidado, escribir datos sobre cada ejemplar —como su color y sexo— y colocarlas en frasquitos para llevarlas al laboratorio. Allí serían estudiadas antes de ser liberadas de nuevo, sin causarles daño (Figura 4).

Fig. 1  Vista del parque

 

El descubrimiento

Ese día, mientras anotaba junto a su madre, la niña se preguntó:

—Mamá, ¿qué pasaría si no hubiera libélulas?

Su madre la miró y explicó:

—Las libélulas no son solo bonitas —dijo—. Son depredadores muy importantes. Sus larvas, que viven en el agua, comen insectos pequeños, como larvas de mosquitos, y los adultos cazan insectos voladores. Cuando las libélulas comen insectos, ayudan a controlar cuántos hay. Sin ellas, los insectos crecerían sin control, dañarían las plantas y los animales que dependen de la laguna podrían tener problemas para sobrevivir. Por eso las libélulas ayudan a mantener todo en equilibrio.

Fig 3. Muestreo científico.  Fig 4. Observación del comportamiento de las libélulas en el laboratorio.

 

—¿Pero por qué no hay libélulas por todas partes? —preguntó la niña.

—Porque algunas especies solo viven en aguas limpias y bien cuidadas, por lo que su presencia indica que el agua es de buena calidad. Y no solo eso: donde hay libélulas sensibles, normalmente hay o podría desarrollarse una alta biodiversidad, con muchas otras especies de plantas, peces, ranas y aves viviendo bien. Por eso observarlas nos permite saber si la laguna y su entorno están saludables y equilibrados, convirtiéndolas en pequeñas guardianas del ambiente.

—¡Ah! —dijo la niña—. Entonces las libélulas no solo son bonitas, ¡también ayudan a que todo esté equilibrado y a cuidar el planeta!

 

Reflexión final

La niña sonrió mientras observaba una libélula posada sobre una hoja. Aunque fueran pequeñas y delicadas, tenían un papel enorme en el parque, en la laguna y en la naturaleza. En ese momento, decidió que quería ser ecologista cuando fuera grande, para cuidar el planeta y todas las criaturas que lo habitan.