No traduzco pero me involucro: El caso de los ARNs largos no codificantes
Michel Pale1, Diana Sánchez-Rangel1,2 y Enrique Ibarra-Laclette1

El Dogma Central de la Biología Molecular planteado por Francis Crick en 1958, postulaba que la información genética fluía en una sola dirección, del Ácido Desoxirribonucleico (A) al ARN y de este a la proteína, es decir, los genes primero se transcriben y luego estos se traducen. Bajo esta concepción, se consideraba a las proteínas como un producto “final” mediante el cual no sólo se regulan los diferentes procesos que son necesarios para el óptimo crecimiento y desarrollo de todo organismo, sino también todo proceso que es requerido para que estos puedan adaptarse y responder a los embates de su entorno. No obstante, posteriores avances en la ciencia han generado cambios importantes que amplían la concepción de este dogma en un inicio tan terminante.



